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«La venganza es la representación violenta del equilibrio. No queda otra: para vengar hay que estar dispuesto al puño. Y en esa búsqueda de vindicar, que no es sino la forma en la que cada uno entiende la Justicia (y con absoluto derecho), no debe haber frenos. Las venganzas se consuman completas.Como sucediera en la antigua Grecia, tierra del coro más polifónico de dioses que se recuerda y entre ellos Némesis, dueña de esa capacidad arrasadora para poner las cosas en su lugar, el verbo vengar es ética de la supervivencia. Sin embargo en estos tiempos el sentido de justicia ya parece ser propiedad de los terrestres. Los dioses, cuya existencia está más en duda que nunca, han perdido ese dominio. Ahora son los hombres los que se encargan de emparejar con premios y castigos.
En su debut en la literatura de ficción, el periodista marplatense Juan Carrá publicó recientemente “Criminis Causa”, una novela en donde escoge recorrer el camino de la venganza en la piel de policías y ladrones. De buenos que no son tan buenos y de malos que tienen que serlo.
El personaje principal de la historia es Walter o El Cabe, un delincuente a quien Carrá forjó con detalles reales que obtuvo de su trabajo como cronista de casos policiales. También con el archivo, ya que se advierten coincidencias con cierto hampón acusado de varios asesinatos en Mar del Plata. Sin embargo, la esencia de Walter es otra: es un joven oprimido (o subyugado) que participa por error de un asalto que termina demasiado mal.
A partir de ese momento Carrá expone las conductas del inframundo y del supramundo, si por abajo y arriba se entiende lo malo y lo bueno de las sociedades. La clave del relato se descubre en la exhibición de trasfondos que, por desconocidos, modifican radicalmente el resultado. A un hecho de violencia se puede llegar por distintas causas y la reflexión a la que invita el texto es esa: no quedarse con las primeras lecturas. La corrupción policial a un nivel caricaturesco que estimula el análisis. ¿Así es como suceden las cosas?
En la literatura argentina contemporánea existe una tendencia a cambiar el eje de la observación, depositado desde siempre en la alineación negativista de los comportamientos. Es decir, con el ojo narrativo colocado sistemáticamente sobre los “buenos”, salvo gloriosas excepciones. Con Leonardo Oyola a la cabeza los autores que rozan los 40 orientaron sus miradas hacia el otro lado. En ese juego juega Carrá con su personaje Walter y también con los policías que en muchos casos hacen que los delincuentes sean más delincuentes. La paradoja del pescador que cuanto más pesca menos pesca tendrá.
Entrar en detalle sobre la tipificación de las dos venganzas principales y de las otras que se filtran a hurtadillas sería revelar una trama que en toda su extensión mantiene ritmo e intensidad, valores que a la vista del lector resultan tan invisibles como necesarios. Acaso, sin caer en confidencias prematuras e inconvenientes, pueda solo profundizarse en las demandas de equilibrio de los protagonistas. Porque es en esa búsqueda relativa de la armonía personal que se va la vida.
En Criminis Causa hay delincuentes que se vengan de sus cómplices, policías de delincuentes, delincuentes de policías, policías de policías, una prostituta chilena de la vida y de la policía en forma de encubrimiento, y hasta, solapadamente, de algún periodista. También está la venganza del dolorido, del que perdió a un ser amado.
El inigualable Park Chan Wook, autor de la Trilogía de la Venganza, comentó cierta vez que siente placer al desorientar al espectador de sus películas. De hecho comenta que en Simpatía por el Sr. Venganza hay espectadores que de pronto “están de parte del criminal y luego comienzan a tener piedad por las víctimas”. Eso desconcierta.
En el giro de observación referido, sucede algo análogo. En textos como Criminis Causa, la revaluación moral y ética de los lectores es permanente. Y ese es un gran punto a favor.
El lugar común afirma que la venganza es un plato que se sirve frío. No siempre. El fuego también juega.»